En Samaná, una de las provincias más bellas del país, donde todavía no está masificado el turismo, con kilométricas playas desiertas, rodeadas de una vegetación exuberante, las vacaciones tienen un “sabor” distinto. Samaná es una península, ubicada en la parte noreste de la isla, a 245 Km. de Sto. Domingo,es una zona rica en mármol. Posee la mayor cantidad de palmas de coco por mts. Cuadrados del mundo. Innumerables y majestuosos paisajes se pueden disfrutar a lo largo de sus carreteras, y maravillosas vistas de montañas bañadas por bellísimas playas de arenas blancas. La Bahía de Samaná, es conocida internacionalmente porque allí, cada año se concentran más de 3.000 ballenas jorobadas en un hermoso ritual de apareamientos y, donde los visitantes se pueden acercar a escasos metros y fotografiarlas. Una de sus famosas localidades es “Las Terrenas”, un bellísimo paraje donde podremos disfrutar de un ambiente de viajeros de todo el mundo y donde encontramos restaurantes y pequeños pubs al borde del mar para disfrutar de una apacible velada. También encontraremos tiendas donde podremos adquirir productos locales y artesanía. Las playas casi vírgenes permiten un abandono absoluto en medio de una vegetación de flores silvestres totalmente extrañas para los forasteros, dejándose arrullar por el canto de unos pájaros semejantes a los mirlos, pero que se llaman chinchulines.
Samaná es el centro del paraíso de la Península y bahía que lleva su nombre, capital de la provincia, y punto estratégico para disfrutar de todo tipo de maravillas: deportes náuticos, playas, cayos, etc. Los visitantes van a Samaná en concreto en esta época (ver las Ballenas - foto 1), por que su puerto, el más activo de la región, se convierte cada primer trimestre del año en punto de partida para uno de los espectáculos más grandes que puede ofrecer la naturaleza: La llegada de cientos de ballenas jorobadas, que eligen las cálidas y apacibles aguas de su bahía para reproducirse. Se calcula que el 80% de los rorcuales del mundo se aparean y crían frente a las costas de Samaná. El método que los machos utilizan para atraer a las hembras, consiste en elevar al aire sus cuerpos de 40 toneladas, para luego caer al agua salpicando mares de espuma (foto 2). Dicen que ellas también son capaces de hacerlo, pero lo evitan para no herir el frágil ego de los machos.
Observando las aguas del Caribe en estos tour de avistamiento de ballenas, se pueden divisar sombras oscuras pasando por debajo de la embarcación, pero como son tan sociables no hay por que temer
Observando las aguas del Caribe en estos tour de avistamiento de ballenas, se pueden divisar sombras oscuras pasando por debajo de la embarcación, pero como son tan sociables no hay por que temer
normalmente es una ballena jorobada hembra con su cría recién nacida. Luego, en la distancia, un macho brinca casi completamente fuera del agua, cayendo enseguida con un estallido de espuma sobre la superficie del mar. Esta es una escena típica en la Bahía de Samaná, en la costa de República Dominicana, cuando miles de ballenas jorobadas migran desde las regiones polares del Atlántico Norte hacia sus aguas favoritas en el Caribe, adonde llegan a aparearse o a parir. Especie protegida desde 1966, la ballena jorobada ha ido recuperándose gradualmente hasta casi un 30 por ciento de su número original, que en la actualidad se encuentra en el rango de 15.000 a 40.000 animales. En 1986, el entonces presidente de la República Dominicana, Joaquín Balaguer, asignó una parte de Banco de Plata, el principal lugar de cría de estos mamíferos en el hemisferio occidental, para que sirviera como refugio acuático.
BANCO LA PLATA. Situado unos 80 kilómetros al norte del litoral dominicano, el área de Banco de Plata fue ampliada y en 1996 rebautizada como Santuario de Mamíferos Marinos de la República Dominicana. Aunque no se puede entrar al parque durante la temporada de apareamiento, hay excursiones para observar a estas impresionantes criaturas desde la boca de la Bahía de Samaná, que es uno de los estuarios más grandes del Caribe.
Las espectaculares colas y aletas, y los prominentes lomos de estos mamíferos marinos en peligro de extinción son inmediatamente visibles muy poco después de dejar el puerto de embarque. Su sociabilidad y necesidad de respirar en la superficie han acostumbrado a estas ballenas a exhibirse sin timidez alguna, a pesar de la cercana y constante presencia de curiosas embarcaciones.
En el Parque Nacional de los Haitises (noroeste), una reserva forestal situada en las costas de la bahía de Samaná y formada principalmente por manglares, hay unas cuevas en las que se observan pinturas de ballenas realizadas en las paredes por los nativos de la zona en la era precolombina.
Fueron los taínos, indígenas que habitaban varias islas caribeñas cuando llegaron los españoles en el siglo XV, los que bautizaron con este nombre a Samaná, una provincia habitada actualmente por unas 100.000 personas y situada en el vértice de una de las bahías más grandes de nuestro planeta.
BANCO LA PLATA. Situado unos 80 kilómetros al norte del litoral dominicano, el área de Banco de Plata fue ampliada y en 1996 rebautizada como Santuario de Mamíferos Marinos de la República Dominicana. Aunque no se puede entrar al parque durante la temporada de apareamiento, hay excursiones para observar a estas impresionantes criaturas desde la boca de la Bahía de Samaná, que es uno de los estuarios más grandes del Caribe.
Las espectaculares colas y aletas, y los prominentes lomos de estos mamíferos marinos en peligro de extinción son inmediatamente visibles muy poco después de dejar el puerto de embarque. Su sociabilidad y necesidad de respirar en la superficie han acostumbrado a estas ballenas a exhibirse sin timidez alguna, a pesar de la cercana y constante presencia de curiosas embarcaciones.
En el Parque Nacional de los Haitises (noroeste), una reserva forestal situada en las costas de la bahía de Samaná y formada principalmente por manglares, hay unas cuevas en las que se observan pinturas de ballenas realizadas en las paredes por los nativos de la zona en la era precolombina.
Fueron los taínos, indígenas que habitaban varias islas caribeñas cuando llegaron los españoles en el siglo XV, los que bautizaron con este nombre a Samaná, una provincia habitada actualmente por unas 100.000 personas y situada en el vértice de una de las bahías más grandes de nuestro planeta.